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En los últimos días he tenido la oportunidad de escuchar, con atención, las narraciones detalladas de varios galleros ganadores. Lo que más llama la atención es que sus métodos de preparación son tan exageradamente distintos entre sí, que lo primero que uno se pregunta es: ¿Hasta qué punto influye una fórmula de cuido en el rendimiento general del gallo?
Algunos descansan al gallo una semana, otros apenas 24 horas. Unos retiran el agua con un día de anticipación, otros 12 horas antes, y algunos solo 4.
Unos ofrecen comida seca a base de granos, otros la dan muy remojada, otros más la lavan. Algunos usan solo pellets, y otros hacen combinaciones.
Unos dan leche, otros ni de chiste. Unos dan huevo cocido, otros crudo; unos lo dan completo, otros solo la yema, y algunos se la quitan.
Y lo más curioso de todo: todos han sido muy ganadores.
El verdadero dilema, al analizar estos métodos, es entender cómo prácticas tan distintas pueden llevar a buenos resultados.
Esto nos lleva a una conclusión evidente: los gallos son altamente adaptables, siempre y cuando se les dé el tiempo suficiente para acostumbrarse a cualquier régimen.
Podemos afirmar que un gallo sometido a un régimen de ejercicio intenso, al igual que un deportista, sufrirá dolor muscular. Si no se dosifica correctamente, ese gallo desarrollará músculos duros y voluminosos, dando la apariencia de un “súper atleta”, pero perdiendo agilidad y capacidad de corte.
Sin embargo, si se le da tiempo suficiente, el cuerpo del gallo se adapta, y esa rigidez inicial disminuye. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se les deja en voladeros o rascaderos amplios, con paja y perchas altas, donde ejercitan volando, caminando y rascando. Durante los primeros 4 a 15 días, es común que corten poco, pero con el tiempo, su rendimiento mejora notoriamente.
Todo es cuestión de equilibrio:
Entre tipo de ejercicio, cantidad, descanso, y un factor muchas veces subestimado: el viaje.
El viaje representa una forma de estrés para el gallo, al sacarlo de su medio habitual. Ese estrés puede tener dos efectos:
- Si el gallo viene muy ejercitado y algo rígido, el viaje lo “afloja” y puede ayudarlo a cortar mejor.
- Pero si viene bien descansado y flexible, el mismo viaje puede provocar un relajamiento excesivo, y que pelee flojo.
A esto se suman otros factores como la comida y líquidos del día del combate. Su consistencia, cantidad y tipo pueden variar tanto como variará el rendimiento de los gallos esa noche.
Y por si fuera poco, está el carácter individual de cada gallo: unos son serenos y seguros, otros tímidos y nerviosos. No todos reaccionan igual al estrés del cambio de ambiente. Por eso hay que observarlos uno a uno, y ajustar el manejo según su necesidad.
Un síntoma clásico del gallo nervioso o tímido tras un viaje es que se “suelte del estómago”, expulsando agua en sus excrementos. Esto solo puede corregirse con el paso de las horas y una reposición cuidadosa de líquidos. A veces, 5 o 10 c.c. de agua marcan la diferencia entre cortar bien o cortar mal.
En conclusión, solo los pastores que ajustan su método a cada gallo logran que una corrida rinda pareja. La mayoría, sin darse cuenta, trata de adaptar el gallo a su fórmula, cuando debería ser al revés.
Por: Guillermo Bustamante Valencia (QEPD)